En estos días, a raíz del
viaje de la cantante y amiga personal MAR a Costa Rica, he estado siguiendo atentamente la llamada «maratónica» que hace el canal cristiano «Enlace» en donde se invita a las personas a llamar para recibir apoyo en oración, escuchar predicaciones de diversos pastores y a enviar donaciones económicas lo cual es llamado «pactar con el Señor».
Aunque debo confesar que personalmente no estoy de acuerdo completamente con el método de adquirir dinero para el sostenimiento del canal, también debo reconocer que hay muchas vidas que son transformadas y reciben vida a través de estos eventos. ¡gloria a Dios por eso!. No obstante,
no con esto avalo la idea de que «el fin justifica los medios» y quiero que eso les quede bien claro a mis lectores.
Tuve la oportunidad de escuchar la predicación del pastor Ricardo Rodríguez y su esposa Patricia Rodríguez sobre la restitución de Dios a aquellas personas que hemos perdido diferentes cosas (bienes materiales, sueños, honra, empleos, ministerios, etc). Me llamó la atención que se habla del «deseo de Dios de restituir todo lo que nos fue quitado» pero no la razón de dichas pérdidas y hasta qué punto algunas cosas son restituidas y cuales no. ¿Necesariamente todas las cosas que hemos perdido serán restituidas?, ¿Qué pasa en aquellos casos en los que la pérdida es el resultado de un pecado?, ¿Qué papel juega la responsabilidad humana en la pérdida y restitución?
Personalmente pienso que hay varias pérdidas que son consecuencias de nuestros actos y que a pesar de que haya un arrepentimiento genuino eso no es garantía de que Dios restituirá la pérdida. Para ejemplificar lo anterior, les planteo el caso de David clamando por la vida del hijo que tuvo con Betsabé producto de su pecado (2 Samuel 11 y 12):
« “[…] Lo que tú hiciste a escondidas, yo lo haré a plena luz, a la vista de todo Israel”. –¡He pecado contra el Señor!- reconoció David ante Natán. –El Señor ha perdonado ya tu pecado, y no morirás –contestó Natán-. Sin embargo, tu hijo sí morirá, pues con tus acciones has ofendido al Señor. […] David se puso a rogar a Dios por él; ayunaba y pasaba las noches tirado en el suelo. Los ancianos de su corte iban a verlo y le rogaban que se levantara, pero él se resistía, y aún se negaba a comer con ellos. Siete días después, el niño murió. […] –Es verdad que cuando el niño estaba vivo yo ayunaba y lloraba, pues pensaba: “¿Quién sabe? Tal vez el Señor tenga compasión de mí y permita que el niño viva”. Pero ahora que ha muerto, ¿qué razón tengo para ayunar? ¿Acaso puedo devolverle la vida? Yo iré adonde él está, aunque él ya no volverá a mí». 2 Samuel 12:12-23.
Yo quiero invitar a mis lectores a explorar este asunto de la responsabilidad humana en nuestra vida cristiana en una entrada que escribí hace ya bastante tiempo que lleva el título:
«Dios me dijo…»Nuevamente vuelvo a invitar a los lectores a que
¡asumamos la responsabilidad y consecuencias de nuestros actos!