lunes, 5 de noviembre de 2007

Lo que creo sobre la integridad en la conducta de una persona cristiana


¿SE PUEDE ENSEÑAR ÉTICA A TRAVÉS DE CÓDIGOS DE CONDUCTA?

«El mandamiento es una lámpara, la enseñanza es una luz
y la disciplina es el camino a la vida». (Pr. 6:23)


Trull y Carter (2004) responden a esta pregunta de forma afirmativa. En su libro analizan la ética en relación con los ministros del evangelio a lo largo de la historia de la iglesia protestante y al final de éste, presentan unos códigos de conducta que se han aceptado como universales en consenso dentro del protestantismo y que constantemente se han ido renovando. Para ellos, estos códigos sirven, más que como reglas y normas humanas rígidas, como una herramienta que invita a no olvidar el constante análisis y reflexión que un ministro del evangelio debe estar realizando sobre su propia manera de vivir de acuerdo a la responsabilidad que tiene en búsqueda de su integridad. Aunque se enfocan en el ministro cristiano, aclaran que no solamente quieren dar guía y dirección a los pastores sino también a los ministros de educación, de música, de jóvenes, consejeros y otros profesionales semejantes.

Por lo regular, a los ministros del evangelio tanto el mundo como la misma iglesia se les exigen mucho en cuanto a su conducta por la posición que ocupan y lo que representan.
Versículos como los siguientes les son aplicados a ellos de forma exclusiva:

«Así que tengan cuidado de su manera de vivir. No vivan como necios sino como sabios, aprovechando al máximo cada momento oportuno, porque los días son malos. Por tanto, no sean insensatos, sino entiendan cuál es la voluntad del Señor». Efesios 5:16-17

«Pero si alguien hace pecar a uno de estos pequeños que creen en mí, más le valdría que le colgaran al cuello una gran piedra de molino y lo hundieran en lo profundo del mar». Mateo 18:6

Pero, ¿acaso debemos esperar una conducta diferente de los ministros del evangelio a los feligreses? ¿Acaso los ministros deben tener cuidado con su manera de vivir por el puesto que ocupan más que por el hecho de ser cristianos / hijos de Dios?. ¿No será más bien que los feligreses deberían buscar cuidar su manera de vivir tanto como ellos mismos se lo están exigiendo a sus líderes espirituales por el hecho de que todos por igual somos hijos de Dios? No se puede desconocer que el apóstol Pablo se dirigió por igual a todos los miembros de iglesia de Éfeso y no tan sólo a sus líderes y que Jesús hablo de forma general a todos los creyentes.

La anterior confusión ocurre cuando se olvida que ministro de Dios no es un término exclusivo para los líderes espirituales de una congregación sino que de acuerdo a los principios bíblicos rescatados por el protestantismo histórico: «todo creyente es un ministro o sacerdote de Dios» en el lugar en el que se desempeña y desarrolla »(estudio, trabajo, hogar, etc.). ¡Todos aquellos que somos hijos de Dios somos sacerdotes al servicio de Dios en el mundo.

La palabra integridad según Trull y Carter (2004) aparece 16 veces en la Bíblia. Viene de la palabra hebrea tom o tummah que significa completo, sano, ileso, perfección. Es utilizada como adjetivo en personajes como David, Salomón y Job los cuales, como es sabido, no fueron perfectos en el sentido estricto de la palabra.

Estos autores dicen que en esta palabra se encierra la totalidad de la ética de la vida. Señalan que la integridad no es una opción pues incluye todo lo que somos y hacemos. Al respecto dicen:

«La vida virtuosa, sin la capacidad de discernir valores, generalmente falla en tocar el mundo a nuestro alrededor. Restringir la vida ética a la tarea exclusiva de discernir los valores correctos y los equivocados, con frecuencia hace que perdamos contacto con el mundo sobre nosotros. La ausencia de un «ser» y «hacer» responsables en un pastor [creyente], impide el desarrollo de visión moral, del mundo dentro de nosotros» (Trull y Carter, 2004, Pág. 67).

¿Quién es el modelo por excelencia de integridad? ¡Jesús!. Para estos autores, la historia y, más aún, la historia de Jesús moldea el carácter:

«[…] la prueba última de cualquier historia es la clase de persona que moldea [...] No se trata de cumplir nuestro deber sino de vivir su historia [...] no en conocer qué debemos hacer, sino en cómo debemos hacerlo. Y el cómo se aprende solamente observando y siguiendo [a Jesús]» (Trull y Carter, 2004, Pág. 69).

La integridad, por último, genera confianza en nosotros por parte de los que nos rodean. La siguente cita, muy bien podría constituirse en una conclusión y un ideal a tener en cuenta en esta clase de discusiones:

«[…] los discípulos tenían tanta fe en Jesús, tal confianza en su integridad personal, que ninguno cuestionó su relación con la mujer [samaritana. Juan 4]» (
Trull y Carter, 2004, Pág. 76)


REFERENCIA:

Trull, J.E. y Carter, J.E. (2004) Ética ministerial: Sea un buen ministro en un mundo que no es tan bueno. Quinta edición, Colombia: Casa Bautista de Publicaciones.

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