domingo, 16 de diciembre de 2007

¡Qué contraste!

Qué contraste el pasar de responderle a «Homero J. Simpson» a responderle a la «Monja Guerrillera»!


A continuación les incluyo el comentario que una argentina que acabo de conocer y que se llama a sí misma «Monja Guerrillera» me escribió en respuesta a un comentario que le hice en su blog personal:

«Hola Juan Carlos Te agradezco la visita. Eso de la neurociencia me dio un poco de miedo, jeje. El diseño todavía te lo debo, estoy tratando de saber como es esto del wordpress, me habían prometido más de lo que realmente es, según veo. Me gustaría charlar del tema “fe cristiana y psicología”. Ya que anduve buscando desde hace tiempo alguien cristiano que fuera psicólogo o psiquiatra. Y algunas entrevistas tuve, pero con nadie pude llegar a ninguna charla mayor. El tema que más me interesa: La perspectiva freudiana de que la fe es una patología. He leído al respecto, con mucho interés y con buenas fuentes, pero muy alejada estoy de haber ahondado en el tema. Todavía seguía preguntando si había algún calificado en la profesión de la psicología y las neurociencias, que al mismo tiempo tuviera fe cristiana, para poder mantener un contacto y que me ayudara a quitarme esta específica ignorancia, además de intercambiar pareceres y estudios»

Apreciada “Monja Guerrillera”: Quiero ser honesto contigo y con mis lectores: aún siendo psicólogo tengo que reconocer que NO CONOZCO A PROFUNDIDAD los planteamientos de Sigmund Freud en relación con el tema religioso. Lo anterior no quiere decir que no sepa lo que comúnmente la mayoría de los psicólogos sabemos sobre Freud y la religión porque otros nos lo enseñaron. Creo que estarás de acuerdo conmigo en que no es lo mismo leer al propio autor (ir a la fuente primaria) y formarnos nuestra propia opinión, que leer o escuchar a otros hablar sobre un autor (fuente secundaria e incluso terciarias). Por esa razón vuelvo a afirmar: NO CONOZCO A PROFUNDIDAD los planteamientos de Freud en relación con el tema religioso.

Me parece oportuno decir lo anterior, antes de intentar darte una respuesta o alguna información que te puede servir para seguir estudiando este tema que te inquieta. De paso, te cuento que mi formación universitaria no fue tan extensa en el Psicoanálisis como lo es en la Argentina. En tu país, una gran mayoría hasta cae en el extremo de creer y enseñar que la psicología es psicoanálisis o, peor aún, Freud. La psicología es mucho más que eso. De hecho, hasta los mismos “psicoanalíticos radicales” prefieren que no los llamen psicólogos pues dicen que la psicología y el psicoanálisis son dos cosas totalmente diferentes. Pero bueno, eso es otro tema de discusión.

A continuación, voy a anexar una serie de citas y textos que extraje de diversas conferencias de la UNIDAD EDUCATIVA IBLI-FACTER de Bogotá, Colombia (escritas por el Pastor Arturo Rojas) donde realicé una licenciatura en Teología (8 semestres) y para la cual fui profesor (entre Julio de 2004 hasta Noviembre de 2007). En dichas citas, resaltaré la palabra “Freud” para ayudarte a ti y a mis lectores a explorar la respuesta a tu inquietud. A continuación encontrarán algunas citas extensas porque aprendí del Pastor Darío Silva-Silva que “Un texto fuera de contexto es un pretexto” y, por tanto, no me limitaré a añadir frases sueltas que puedan ser mal interpretadas o no muy bien comprendidas. Posteriormente (al final de la presente entrada) anexaré mi postura personal al respecto.

CITAS Y TEXTOS (Unidad Educativa IBLI-FACTER):

1. Hablando de la necesaria autocrítica en la iglesia:

«“Los que están fuera tienen... un fino olfato para percibir la miseria y culpa de la Iglesia... Lo que hay que decir desde Dios contra la Iglesia se dirá de hecho, con razón o sin ella, contra ella desde el mundo” Karl Barth. El apóstol Pedro dijo que “… es tiempo de que el juicio comience por la familia de Dios” (1 P. 4:17) ) y en efecto, cuando el profeta Ezequiel recibió la visión del juicio de Dios sobre Israel, consignó en su libro la orden divina dada a los verdugos encargados de ejecutarlo para que “comiencen en el templo” (Eze. 9:5-6). En relación con el creyente individual, “… cada uno debe examinarse a sí mismo…”, pues “Si nos examináramos a nosotros mismos, no se nos juzgaría…” (1 Cor. 11:28, 31-32). Dios utilizó en el Antiguo Testamento a naciones paganas e impías como Asiria y Babilonia, entre otras, para ejecutar sus juicios sobre Israel, generando desconcierto aún entre los profetas (Hab. 1:5-6, 13). Y en nuestra historia reciente pensadores hostiles al cristianismo como Nietzsche, Marx y Freud han atacado de forma inclemente a la religión en general, justificados en buena medida por las distorsiones exentas de auto-crítica en las que ha incurrido el judaísmo y el cristianismo a través de los tiempos.[…] Y Freud nos permite identificar las deformaciones neuróticas del cristianismo, especialmente entre el pueblo latinoamericano, dadas las condiciones de evangelización a sangre y fuego que se dieron en nuestro continente. La mayor o menor lucidez que se aprecia en sus críticas hacen que vuelva a cumplirse en la Iglesia lo dicho por Moisés a Israel:“… haré que… sientan envidia de los que no son nación; voy a irritarlos con una nación insensata”» (Tomado de: «Citas de Barth-Apéndice Teología Contemporánea»).

2. Sobre el concepto «Religión»:

« “Otro definido contraste se observa entre quienes consideran a la filosofía como disciplina adversa a la religión o expresión simplemente humanista, y quienes, por otra parte, la exaltan al colocarla por encima de la religión hasta el extremo de clasificar a la teología como una simple rama de la filosofía. Ambas posturas son inequitativas. Quien afirma: no voy a filosofar, ya lo está haciendo. Negar la filosofía no es sino una forma de hacer filosofía. Y, por otra parte, meramente filosofar es inanizarse. El pragmatismo es una buena filosofía si no se vuelve materialismo. Ahora bien: la filosofía terminal del siglo XX ubicó a la religión entre los poderes, al mismo nivel de la política, el deporte y el capital, y Deleuze advirtió que la filosofía se halla al margen de esa clasificación. De análoga manera, bien podría decirse que la teología se expresa fuera e independientemente del poder, que es, en su caso, la religión. Pero, como lo demostró en forma fehaciente Maquiavelo, todo poder tiende a corromperse, y de ello no está exento el religioso. Es allí donde la teología, siendo intangible, puede intervenir con autoridad sobre la religión a través de especulaciones –o profecías- que la lleven a esencializarse y corregir el rumbo. Mejor dicho, retomarlo”. (Pastor Darío Silva-Silva). […][Freud define la religión como un:] “Sistema de fe y de ritos que ayuda a construir una comunidad eclesiástica” […]Las anteriores definiciones manifiestan la complejidad del fenómeno religioso que permite ser descrito en sus aspectos individuales (Hegel, Schleiermacher, Freud, Tillich y Zubiri) y en sus implicaciones sociales (Comte, Durkheim, Jung); por las causas que lo originan (Kant, Hegel) y por los efectos que produce (Schleiermacher, Marx, Freud y Zubiri); por las facultades que compromete (Kant, Schleiermacher, Freud y Jung) y por su propia naturaleza o esencia (Tillich, Zubiri, Aquino). Además, cada uno de los personajes mencionados definen la religión en términos muy propios de sus sistemas de pensamiento. Kant lo hace en términos éticos, Hegel en términos idealistas, Schleiermacher en el campo del sentimiento, Durkheim en el de la sociología, Comte la describe desde un enfoque positivista, Marx es materialista, Freud y Jung recurren a la sicología, Tillich a la ontología, Zubiri a la existencia y Aquino a la experiencia natural. .» (Tomado de: «Conferencias de Filosofía de la religión»).

3. Sobre las «Causas por las cuales el hombre es religioso»:

«El profesor Luis López de Mesa... dijo que, en el siglo XX, toda la actividad humana giraba alrededor de cuatro judíos: Karl Marx, Albert Einstein, Sigmund Freud y... Jesús de Nazaret. Socialismo, relatividad, psicoanálisis, cristianismo”. Pastor Darío Silva-Silva La anterior sentencia cobra especial actualidad cuando se abordan las causas por las cuales el hombre es religioso. En efecto, las explicaciones para el hecho religioso provistas por Marx, Freud y los filósofos cristianos de la religión, una vez que se han ponderado adecuadamente, siguen conservando hoy por hoy su relevancia, y aún Einstein con su teoría de la relatividad en el campo de la física no ha podido evitar ser reinterpretado en el campo religioso con el relativismo ético característico de nuestros tiempos. Hay que comenzar diciendo entonces que desde las perspectivas de Marx, Freud y el cristianismo; la religión es respectivamente un problema social, psicológico o metafísico. Pero habría que agregar que para los dos primeros la religión es un “problema” en todo el sentido de la palabra. Es decir que no es simplemente un “asunto” que se plantea en el campo social o psicológico; sino que es una verdadera patología social o psicológica de la humanidad y del hombre como tal» (Tomado de: «Conferencias de Filosofía de la religión»).

4. Sobre la postura de Freud en contraste con la de Marx:

«En cuanto a Freud, él está de acuerdo con Marx en que la religión es una enfermedad que hay que superar; pero prefiere relacionarla con conflictos de la vida psíquica. Freud la refiere en últimas al complejo de Edipo, extractado de la genial narración del mismo hecha por el griego Sófocles, considerándolo como un mito que sin embargo expresa una realidad del hombre. Y es que Freud cree que todo mito es expresión fantástica de una verdad. Por lo tanto, si la tragedia conmovió profundamente a los griegos y aún hoy no podemos leerla indiferentemente se debe a que ésta es símbolo de un conflicto que se desarrolla inexorablemente al interior del hombre en los primeros años de su vida. “Si el destino de Edipo nos conmueve es porque habría podido ser el nuestro y porque el oráculo ha suspendido igual maldición sobre nuestras cabezas antes que naciéramos. Quizás nos estaba reservado a todos dirigir hacia nuestra madre nuestro primer impulso sexual y hacia nuestro padre el primer sentimiento de odio y el primer deseo destructor”. El complejo de Edipo consiste, pues, en que en los primeros años de la infancia, entre los dos y los cinco, se constituye una síntesis de las tendencias sexuales que tiene como objeto libidinoso al padre del sexo contrario. El niño ama incestuosamente a la madre y siente hostilidad hacia el padre en quien ve un rival. Lo contrario sucede con la niña que ama preferentemente al padre y rechaza por celos a la madre. Dicho complejo se resuelve normalmente en la adolescencia al caer en cuenta que dicho amor es imposible y al orientar debidamente la líbido. Sin embargo, el neurótico permanece de por vida envuelto en el complejo. En el ámbito de la religión, Freud relaciona el complejo de Edipo con el totemismo, entendido como la forma más elemental y primaria de religión, en su intención de encontrar un origen psicológico para la misma. En este orden de ideas el animal-totem es símbolo del padre a quien se ama y se teme simultáneamente. Y las dos prescripciones capitales del totemismo, a saber: no matar al animal-totem, símbolo del patriarca del clan; y no unirse con mujeres de la misma comunidad totémica hacen sospechar que el orden estatal, la moral, el derecho y la religión habían surgido conjuntamente en la época primordial de la humanidad como reacción al complejo de Edipo. Y éste debe ser incluso el resultado de un crimen análogo al descrito por el mito, sucedido en los albores de la humanidad y del cual el hombre guarda una memoria histórica en su subconsciente. Y una vez se abandona la sustitución del padre por el animal totémico, el padre primitivo, temido, odiado, adorado y envidiado se convirtió en el prototipo de la divinidad. El complejo de Edipo se cumple, pues, no sólo en el fuero individual, sino también en la esfera de la cultura. La religión es entonces para Freud una neurosis infantil de tipo obsesivo que ha quedado fijada en la humanidad adulta a causa de una insolución del complejo de Edipo. La nostalgia de un padre y la necesidad de protección contra las consecuencias de la impotencia humana son una misma cosa. La religión, en el fondo, es una solución ilusoria al complejo de impotencia, debilidad e indefensión que experimenta el hombre frente a unos poderes superiores representados en la “imago patris”. Pero finalmente, “la humanidad habrá de dominar esta fase neurótica, del mismo modo que muchos niños dominan neurosis semejantes en el curso de su crecimiento”. La religión es, pues, una ilusión sin futuro. Pasando ahora a la valoración de la teoría freudiana sobre la religión, hay que observar primero, que todo lo humano es ambivalente. Hasta los más bellos símbolos, como el de la paternidad, están cargados para muchos de experiencias negativas y resultan inadecuados para hablar de Dios. A pesar de que, análogamente y por sublimación, atribuyamos la paternidad a Dios; no todos tenemos la misma experiencia del padre. En un variado número de casos, el padre, como símbolo del origen último y fundamento de nuestra existencia, resulta inadecuado y perjudicial. Pero también en otros tantos, el hijo ama espontáneamente a su padre, no tanto porque lo necesite, sino porque descubre en él la figura del amor y sólo entonces tiene pleno y positivo sentido afirmar que el origen último y fundamental de nuestra existencia, es decir Dios, es padre y es amor. De hecho, como lo revela Paul Johnson: “Ni Marx ni Freud aplicaban sus teorías al hogar y a la familia. Freud era hijo mayor de una madre enérgica, y los dos dominaban a las cinco hermanas menores. A su tiempo la esposa representó también un papel subordinado... Tampoco aplicaba sus ideas a sus hijos. Los envió al médico de la familia, con el fin de que éste les explicase los hechos reales de la vida”. Otra notoria deficiencia que limita el alcance de las conclusiones psicoanalíticas de Freud en relación con la religión, es que estas últimas fueron extraídas de observaciones clínicas sobre personas enfermas. Es decir que la muestra sobre la cual basa sus observaciones no es representativa. En consecuencia, al calificar a la religión como una neurosis obsesiva de la humanidad, Freud proyectó arbitrariamente las conclusiones derivadas de un grupo de pacientes neuróticos, sobre todo el resto del género humano no neurótico. Una vez más se refleja aquí el sesgo subjetivo del cual no puede apartarse por completo la ciencia. Precisamente, ubicada dentro de esta última se encuentra la estadística que, al mismo tiempo que trata de reducir sistemáticamente este sesgo a su más mínima expresión en la aplicación de las conclusiones del método científico a toda situación real; de cualquier modo lo reconoce cuantitativamente con sus mediciones de las “desviaciones” propias de este método cuando se le quiere conferir una validez universal a sus conclusiones. Sin embargo y al igual que lo sucedido con Marx, el psicoanálisis freudiano sirve para hacerle ver al hombre las deformaciones neuróticas de la religión. Esta utilidad es particularmente provechosa en la religiosidad del pueblo latinoamericano, dadas las condiciones de evangelización, previa conquista y dominación a sangre y fuego que se dieron en nuestro continente. Cabe aquí preguntarse si los pueblos sometidos no habrán conservado en el fondo de sí mismos, inconscientemente, ciertos rasgos neuróticos pese a haber aceptado la religión de los vencedores. No es aventurado, entonces, establecer cierta analogía entre la religión del padre, tal como la describe Freud, y la religión del conquistador que se impone a los conquistados como parte esencial de un mundo cultural que les es extraño. Aún el cristianismo, introducido en estas condiciones, puede degenerar en obsesión neurótica de culpa por el rechazo de la religión que violentamente se les ofrece y que por fuerza aceptan, y también en opresión y miedo una vez aceptada. La conclusiones de Freud pueden, entonces, tener valor para ilustrar nuestro modo de ser religioso post-colonial. Podemos llevar a cabo el ejercicio de reemplazar nuestra particular condición latinoamericana en el lugar que le corresponda dentro del siguiente texto de Freud, para constatar más claramente lo afirmado: “No puede haberse ocultado a nadie que postulamos la existencia de un alma colectiva en la que se desarrollan los mismos sucesos que en el alma individual. Admitimos que la conciencia de culpabilidad emanada de un acto determinado ha persistido a través de los milenios enteros (durante cuatro siglos de colonialismo, en nuestro caso), conservando toda su eficacia en las generaciones que nada podían saber ya de dicho acto (rebelión contra el conquistador), y reconocemos que un proceso afectivo que pudo nacer en una generación de hijos maltratados por su padre, ha subsistido en nuevas generaciones sustraídas a dicho mal trato por la supresión del padre tiránico (independencia colonial)”. Esto explica, en terminología de Jung quien por cierto fue discípulo de Freud, el bien llamado “inconsciente colectivo católico romano” de los latinoamericanos. Pero lo cierto es que más allá de lo dicho hasta ahora al examinar a Marx y a Freud en punto a religión; desde el horizonte filosófico del cristianismo ésta última obedece a una necesidad meta-psíquica y meta-social del hombre, es decir que es un asunto metafísico del animal humano. Coincidimos y estamos de acuerdo entonces con la fundamentación básica que de la religión hace Ludwig Feuerbach en el sentido de que el hombre es esencialmente, y no coyunturalmente, religioso. La pregunta en este punto es ¿en qué consiste esta característica esencial del animal humano?, ¿cuál es la raíz última de su religiosidad? Feuerbach dice que es el hecho de poseer una “conciencia... esencialmente universal, una naturaleza infinita” en contraposición con la conciencia limitada de los animales no humanos. […] El hombre, a diferencia del resto de los animales, sobrepasa todos los horizontes inmediatos del entorno y del medio, que enclaustran o encierran al simple animal, para abrirse intencionalmente al horizonte de la totalidad de lo real que llamamos mundo, entendido este último como “la totalidad de las cosas en cuanto reales” en el marco de significados propuesto por Xavier Zubiri. Siguiendo con su línea de pensamiento, la diferencia entre el hombre y el animal es que éste reacciona o responde a los estímulos, mientras que aquel lo hace ante las realidades. Es “animal de realidades” como consecuencia obvia de su conciencia y deseo intencionalmente infinitos.[…]Otra manera en que esta condición humana única y especial se manifiesta es en el hecho de que el hombres es el único animal que pregunta. […] Lo extraordinario no es aquello que se pregunta sino el mismo hecho de que se pregunte, puesto que la pregunta ya contiene de manera implícita la respuesta. Alguien podría objetar lo anterior diciendo que si preguntamos es, precisamente, porque no sabemos. Pero igualmente se podría contrargumentar diciendo que, de cualquier modo, sabemos lo que estamos preguntando. Es decir que nos sabemos ignorantes en el asunto que estamos indagando. Tenemos conciencia de que no sabemos. Si no supiéramos o tuviéramos conciencia de esto último, entonces no preguntaríamos. Ya Sócrates había planteado esto mismo cuando pronunció su famosa sentencia “Sólo sé que nada sé”. Y posteriormente Nicolás de Cusa acuñó su conocida expresión “docta ignorancia” para indicar con ella que todo hombre es “docto” en la “ignorancia” que le es propia. Es decir que sabe cuales son las cosas que ignora. Ese saber, con todo e ignorar, es previo a la pregunta y es el que le da una orientación determinada a la forma en que aquella es formulada. En el caso concreto de la religión, que es el que nos interesa, si el hombre hace preguntas religiosas es porque tiene una previa experiencia religiosa. Luego el meollo del asunto está en determinar en qué consiste esta experiencia previa. Para Xavier Zubiri la respuesta está en la naturaleza “religada” del hombre y para Paul Tillich en la “dimensión de profundidad” del mismo. Zubiri explica que aquello que “religa” al hombre es también lo mismo que le confiere su carácter de “persona”.» (Tomado de: «Conferencias de Filosofía de la religión»).

5. Kant, Tomás de Aquino, Hegel y Freud

«En resumen, para Kant la religión es una orientación puramente ética de la vida del hombre hacia Dios y por añadidura, sin pretenderlo expresamente, conlleva a un estado de felicidad suprema de la cual sale garante Dios, fundamento último de la naturaleza y del orden moral. “Por eso no es propiamente la moral la doctrina de cómo nos hacemos felices, sino de cómo debemos llegar a ser dignos de la felicidad”. Pero el planteamiento de Kant, sin ser equivocado, si es incompleto y deja la errónea impresión de que es posible sentirse religioso por el simple hecho de ser honestos en el trabajo, en la vida familiar, en las relaciones sociales y en el cumplimiento de los deberes cívicos. Tomás de Aquino complementa el enfoque ético Kantiano en el marco de su Suma teológica en la que encontramos una circularidad por la cual Dios es principio y fin de todas las cosas. Es decir que todas las cosas salen de Dios y regresan a él. Sin embargo, es necesario puntualizar que no se trata aquí de un proceso mecánico y necesario, sino en todo momento libre. Dicho de otro modo, Dios crea por un acto libre, voluntario y soberano y no por “emanación”, como si la creación fuera algo inevitable, inherente e intrínseco a su divinidad. Y tampoco puede confundirse la circularidad tomista de la creación con el círculo dialéctico de Hegel de tesis, antítesis y síntesis puesto que en éste último hay una concepción panteista de la realidad mientras que en el esquema tomista de la creación, Dios y el mundo no son una y misma cosa. Pues bien, dentro de este círculo global de la creación, Tomás de Aquino hace una interpretación muy aguda de la palabra religión haciéndola derivar de “religatio”. Así como la creación es un acto libre de Dios, la “religación” implica libertad en el hombre, a diferencia de la “ligación” en la cual la libertad se pierde o no existe. El hombre fue creado libre y por lo tanto no puede estar o permanecer ligado a su Creador sino que posee la libertad para encaminarse hacia otras cosas. Pero en el ejercicio de su libertad el hombre también procura “religarse” o ligarse de nuevo con Aquel con quien primeramente había estado unido y después distanciado. Tenemos, entonces, que en el esquema tomista las cosas creadas existen en un primer momento en Dios, unidas o ligadas a la mente y al corazón del artífice. Es lo que llama Tomás de Aquino el primigenio ligamen o “ligatio”. En un segundo momento, por la creación, la creatura empieza a existir separadamente, a cierta distancia de Dios porque, en efecto, Dios y el mundo no son lo mismo, como afirman los panteístas. Y finalmente, en un tercer momento, las creaturas deben volver a Dios y de nuevo ligarse a él como a su fin último. Tomás de Aquino marca así perfectamente los tres momentos de la dialéctica de la creación : la ligatio, la separatio y finalmente la religatio. Se justifica entonces la definición tomista de religión como “orientación del hombre hacia Dios”. En la creatura racional, el hombre, la religación se cumple pues mediante el movimiento de éste hacia Dios. La libertad del hombre tiene lugar aquí en el grado de conciencia y en el carácter voluntario con el que emprende este movimiento orientado hacia Dios, al margen de si la orientación se da en la dirección correcta o no. En otras palabras, el esencial religioso aludido con el término “religación” no se ve cuestionado por una defectuosa o equivocada conceptualización de Dios, puesto que cualquiera que sea la dirección emprendida por el hombre, el hecho es que su movimiento en esa dirección demuestra que está esencialmente orientado a algo más allá de sí mismo con lo que pretende religarse. Para el cristiano ese “algo” sería Jesucristo, para el judío Yahveh, para los musulmanes Alá, para Feuerbach la humanidad como un todo, para los marxistas el estado comunista, para Freud la profundidad de la psíquis humana y para Nietzche y Sartre el intento por desligarse de la nada. Pero el hecho es que todos ellos, a pesar de negar y atacar en muchos casos la conceptualización cristiana de Dios y en particular algunas distorsiones del mismo que han tenido lugar al interior del cristianismo; muestran sin embargo conductas igualmente religiosas en la persecución y logro de sus ideales» (Tomado de: «Conferencias de Filosofía de la religión»).

6. Sobre el hecho de que el hombre es religioso por naturaleza y su manifestación en la idolatría:

«Mircea Eliade, cuando afirma que: “El hombre profano, lo quiera o no, conserva aún huellas del comportamiento del hombre religioso... La mayoría de los hombres ‘sin-religión’ se siguen comportando religiosamente, sin saberlo”. No podemos entonces elegir si adoramos o no lo hacemos, sino que nuestra disyuntiva sigue siendo la misma que Elías le planteó en su momento al pueblo de Israel. Es decir, a quién o a qué vamos a adorar, pues no podemos sustraernos a este impulso vital, ya sea que seamos o no conscientes de él. Y las opciones siguen siendo sólo dos: adoramos al Dios verdadero o adoramos a los ídolos o dioses falsos (1 R. 18:21). Adicionalmente, a pesar de la tecnología y los avances científicos, hay otros mitos que han cobrado fuerza y pasan por verdades, convirtiéndose en nuevos ídolos a los que muchos siguen consagrando sus vidas. Me refiero a los que el pastor y pensador Antonio Cruz llama “mitos sociales”. Mitos que se salen arbitrariamente del ámbito de lo religioso, que es el único en el cual pueden tener aún cierta validez si se usan como lo ha hecho, por ejemplo, el pastor Darío, para identificar e ilustrar a los ídolos de hoy. Estos mitos sociales que deben ser desenmascarados por la Iglesia son ideas en boga tales como la Maquiavélica creencia en que el fin justifica los medios, o que la razón humana es el último tribunal de apelación, según lo sostenía Descartes; o que el gobierno tiene poder absoluto sobre el pueblo, como lo pretendía Hobbes; o que la propiedad privada es tan sagrada como la vida humana, según pensaba Locke; o que el hombre nace puro y la sociedad lo corrompe, al decir de Rousseau; o que la guerra es necesaria para progresar, como lo defendía Hegel; o que las personas modernas ya no necesitan a Dios, como lo promulgaba Comte; o que hemos evolucionado del mono, como lo declaró Darwin; o que los pobres materiales son quienes heredaran la tierra, como lo afirmaba Marx; o que, finalmente, la religión es consecuencia de sentimientos de culpabilidad, como lo presumía Freud. Cobran, pues, renovada y universal actualidad las palabras de Juan: “Queridos hijos, apártense de los ídolos” (1 Jn. 5.21) » (Tomado de «El Eterno Presente-Comentarios»)

7. Sobre la necesidad y valor de la religión:

«O apuesta por Dios o lo hace contra él. Esa es la disyuntiva a la que nos vemos abocados todos, planteada y reiterada de diferentes formas a través de las Escrituras (Dt. 11:26-28; Jos. 24:14-16; 1 R. 18:21; Mt. 12:30). Y es debido a ello que es pertinente calcular el riesgo que conllevan ambas apuestas: por Cristo o contra Cristo. El genial Blaise Pascal, el primero en definir la fe en Dios como una apuesta, lo hizo de este modo y como resultado de ello lo apostó todo a Cristo, concluyendo que, a pesar del grado de incertidumbre presente en ambas opciones, creyendo en Dios, en todo caso, nada se pierde, pero se puede ganar todo. Y aunque es solo la experiencia y vivencia posterior del creyente la que respalda lo acertado de la apuesta por Cristo, la ciencia de hoy también está confirmándola, como lo informa Patrick Glynn: “... las investigaciones modernas en psicología dejan claro que la vida sin límites morales no vale la pena ser vivida. La gran ironía es esta: aún si sus creencias eran ilusiones probadas, las personas con fe religiosa llevaban vidas más felices y saludables, tal como lo demuestran numerosos estudios”. Es decir que, finalmente, la creencia en Dios y la conducta que la acompaña no son, como lo dijo Freud, una neurosis colectiva de la humanidad que había que dejar atrás, sino por el contrario, una evidente manifestación de salud, inclinando la balanza aún más a favor de la apuesta por Cristo. Después de todo el panorama sin Cristo es desesperanzador, como lo señaló Pedro al reiterar su apuesta por Cristo así: “Señor… ¿a quién iremos? Tú tienes palabras de vida eterna. Y nosotros hemos creído…” Juan 6:68 NVI» (Tomado de «El Eterno Presente-Comentarios»)

MIS COMENTARIOS PERSONALES:

En cuanto a mis comentarios personales, seré muy concreto pero no por eso símple. Debido a mi viaje de vacaciones y mis ocupaciones laborales presentes estaré, Dios mediante, completando esta sección durante este mes de febrero. Gracias por su comprensión y espera..


Última actualización de esta entrada: Febrero 3 de 2008, 6:31 a.m.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Bueno, muchisimas gracias por el link, el post entero, y todo el trabajo que te tomaste para responderme.

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Sí, en Argentina es practicamente imposible hallar una persona que no haya tenido alguna vez una psicoterapia, sea breve o extendida en los años, o un permanente psicoanálisis.

Digamos, de las provincias más económicamente estables, (De Córdoba hacia el Sur) ya sea en hospitales públicos o en consultas privadas, el 80% de la gente tiene o tuvo una psicoterapia, o se psicoanaliza.

Desde Córdoba hacia el norte de Argentina, ya no, porque sacando las capitales de tales provincias, el resto es habitado por gente con muy bajos recursos, que no tienen acceso a ninguna forma de contacto con la salud mental.

Podríamos decir que en esas zonas están más en contacto con las supersticiones religiosas que con las neurociencias.

Pero es verdad que hay aquí más psicólogos y psicoanalistas que taxis. No lo veo mal, porque después de todo, cuando yo llamo para hallar alguno que me atienda, entre una lista de 20, hay 17 que me dicen que no pueden atenderme porque les falta tiempo y espacios en los horarios de citas. Están colapsados.

Es decir que, aún en la multitud de psicoterapeutas, esa multitud parece chica en proporción a la demanda, y siguen haciendo falta.

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Poco a poco podemos ir tocando más hondamente este tema. Por puntos bien específicos. Qué te parece?

Cuando me encuentre un poco mejor, iré colocando post en mi blog sobre esa visión de la fe como patología y como neurosis, con algunas preguntas. Y necesitaré tu ayuda para aproximarnos a algunas respuestas.

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Otro tema:
Tienes pacientes como psicólogo? Cual es tu experiencia como profesional, me refiero a experiencias no a la carga de idoneidad, que de por sí la doy por hecha. Sino qué vivencias te ha proporcionado el ser psicólogo, el contacto con la gente que se quiebra y se abre.

Pienso que alguien que entra en contacto con gente que busca ayuda psicológica obtiene una experiencia altamente enriquecedora conociendo las profundidades humanas.
Y que teniendo ese encuentro cara a cara con el nucleo existencial de la gente, ya no se valen las formulas y las frases hechas que algunas perspectivas evangelicas creen eficaces para entendernos, considerarnos, comprendernos, analizarnos, consolarnos, curarnos...

Gracias
Un beso