Por ahí dicen que «el vivo vive del bobo y el bobo de papá y mamá» y, desafortunádamente, es cierto en muchos casos. Esto se tan cierto en el manejo de la información «estadística» que manejan los medios de comunicación. Pero, ¿qué es mucho en términos estadísiticos?. Este tipo de cuestiones de no poca monta son las que deberíamos conocer porque el lenguaje juega un papel muy importante a la hora de interpretar la realidad.
Yo soy uno de los que piensa que: «una cosa son los hechos y/o resultados y otra, la interpretación que se hace de éstos». Por ejemplo, me acuerdo mucho cuando se hizo el descubrimiento el mapa del genoma humano. Algunos dijeron que con tal acontecimiento se había comprobado la teoría de la evolución. Sin embargo, escuché la opinión de un genetista que afirmaba que con tal acontecimiento apenas se habían descubierto todas las fichas del ajedrez pero faltaba descubrir las reglas del juego, es decir, cómo se jugaba. Por eso me gusta la fenomenología. Nos permite acercarnos a los hechos tratando de evitar al máximo sesgos, juicios y prejuicios previos o actuales.
Lo que pretendo decir no es que haya que evitar hacer interpretaciones. De hecho, ¡las necesitamos!. Lo que me parece importante es poder distinguir los límites entre lo uno y lo otro.
Como bien expresa el artículo de El Espectador, «La estadística es actualmente el lenguaje universal para argumentar y sustentar posiciones. En estadísticas basamos nuestras decisiones económicas, políticas y a veces hasta judiciales (en ellas se sustentan los análisis forenses)». Yo añadiría que también en la estadística basamos nuestra decisión y posición religiosa cualquiera que esta sea. Incluso para no tener alguna. Ya sea para creer que todo esto fue producto del azar o para creer en la existencia de un diseño inteligente.